Un saber/hacer desaparecedor que en Tucumán tiene echadas largas raíces volvió a emerger y cobrar visibilidad a mediados de mayo: Luis Armando Espinoza, un trabajador rural de 31 años que fue atacado junto a su hermano por policías de la comisaría de Monteagudo, estuvo una semana desaparecido hasta que su cuerpo sin vida fue encontrado en un barranco.
El jefe de esa dependencia policial presionó a sus subordinados para arrojarlo en La Banderita, límite con Catamarca: si no fuera porque se quebró el pacto de silencio dentro de las propias fuerzas de seguridad, su suerte hubiera sido la misma que la de muchos otros.
? Nora Cortiñas, sobre la desaparición forzada de Luis Armando Espinoza en Tucumán: “Este es un hecho inhumano y criminal” ➡️ https://t.co/ui9stpuSpZ pic.twitter.com/VBRvfyztUK
— ? Diario BA (@diariodeBA) May 26, 2020
En los últimos días, los peritos científicos provinciales comprobaron que el proyectil que lo mató salió del arma del oficial auxiliar José Morales: el modelo es una Jericho calibre 9 que sólo utilizan efectivos con rango de oficiales.
También confirmaron que Luis Espinoza murió en el mismo lugar donde fue baleado y unos minutos después del ataque.
? Ahora, la abogada de la familia adelantó que se cambiará la imputación de los ocho policías detenidos por el crimen: enfrentarán el cargo de “homicidio doblemente agravado”, que puede suponer la pena máxima de prisión perpetua