Las graves fallas del operativo de seguridad fueron determinantes para que el tan esperado choque entre River y Boca por Copa Libertadores no se jugara este último fin de semana y se convirtiera, por ello, en una nueva página triste del fútbol argentino.
?+? Ni River, ni Boca: otra jornada vergonzosa para la Argentina
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El último sábado, durante poco más de cinco horas, los efectivos policiales alternaron entre una actitud pasiva –llevaron al micro que trasladaba al plantel “xeneize” a una zona donde había 500 hinchas “millonarios” y fueron superados por gente que intentaba ingresar al estadio sin estradas en varios puntos del vallado– y la decisión de echar del perímetro a los “revoltosos” que amenazaban la seguridad del espectáculo.
Sin embargo, más allá de todas las imágenes de corridas, balas de goma, gases lacrimógenos, carros hidrantes y detenciones que la televisión y las redes sociales mostraron incansablemente, las consecuencias para aquellos barras/lúmpenes que perjudicaron al resto de los fanáticos que habían colmado el “Monumental” para ver la final fueron nimias: este lunes a la mañana ya no había detenidos por los destrozos, robos y enfrentamientos en Núñez.
Según la justicia, las 30 personas fueron liberadas porque no tenían antecedentes penales, aunque “mantienen la imputación por atentado y resistencia a la autoridad”.