Este último miércoles, a las 21.30, salió de una actividad política, una reunión de jóvenes negras, en el barrio de la Lapa: un auto se posó a su lado y comenzaron a dispararle: cinco tiros dieron en su cuerpo.

Marielle Franco, dirigente de derechos humanos, concejala, socióloga, militante negra y feminista, tenía 38 años cuando fue asesinada: era la presidenta de la Comisión de la Mujer en la Cámara Municipal.

Aunque las investigaciones recién arrancan, todas las luces apuntan contra una ejecución sumaria: lo agresores escaparon sin robarle nada. ¿Quién la mandó a matar? No se sabe fehacientemente, pero todo apunta contra las propias fuerzas de seguridad.

Franco investigaba la acción de la Policía Militar en las favelas y denunciaba la violencia institucional de la intervención federal en Río de Janeiro.

La indignación se desató en las calles de todo Brasil: organizaciones sociales, movimientos feministas, de derechos humanos y partidos políticos se movilizaron para pedir justicia ante el aberrante crimen.

Vale la pena subrayar que este crimen ocurrió casi un mes después de que el presidente brasileño, Michel Temer, decretara una intervención federal en la seguridad de Río de Janeiro para combatir la “ola de violencia” que afecta al estado.

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