La violenta y tumultuosa jornada del domingo terminó, según el gobierno catalán, con el 90% de los votantes ratificando la intención de independizarse de España.
Un total de 2.26 millones de catalanes (el 42% de la población de la región) participaron del referéndum que crispó los ánimos a lo largo y ancho del país. Al menos 844 civiles y 33 policías terminaron en las salas de los hospitales con heridas graves, leves y problemas de salud derivados de la tensión.
Aunque el resultado no es vinculante para el gobierno español, Carles Puigdemont, presidente catalán, sostiene que sí lo es. Para él, es el primer paso para declarar oficialmente la independencia.
“La Comisión Europea debe alentar una mediación internacional. Ya no puede mirar para otro lado”, señaló este último lunes al dar a conocer los resultados.
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— Diario BA (@diariodeBA) 1 de octubre de 2017
La Unión Europea (UE), sin embargo, declinó la posibilidad de intervenir en el conflicto argumentando que se trata de un “asunto interno de España” y sólo instó a ambos bandos a “moverse de la confrontación al diálogo”.
Mariano Rajoy, por su parte, felicitó a los policías y miembros de la Guardia Civil que participaron del operativo represivo en Cataluña. Además, las autoridades españolas deslizaron que, en caso de que Puigdemont declare la independencia, todavía pueden invocar el artículo 155 de la Constitución.
El mismo, que nunca ha sido utilizado, permitiría al gobierno tomar el control de la región autónoma en caso de que continúen “sin cumplir las obligaciones impuestas por la constitución u otras leyes, o actuando de manera que constituya un serio perjuicio al interés general de España”.
Este último martes, alrededor de 300.000 personas protagonizaron una masiva movilización hacia el Parlamento Catalán para pedir que avancen con la declaración de la independencia.
El marco de la marcha fue una huelga general con bastante adhesión y yiquetes con tractores en 48 rutas, avenidas cortadas en las ciudades, comercios con persianas bajas, bancos cerrados, puertos paralizados.
Pese a los pedidos de la opinión pública internacional, la posibilidad de dialogar y acercar posiciones parece, al menos por estas horas, un deseo lejos de poder materializarse.