La cifra de ahogados sube año y año ante la inacción de las autoridades europeas, la discriminación, el tráfico de personas y su explotación sistemática: son las muertes crónicas del Mediterráneo.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que más de 14.000 personas han muerto desde el 2014 al intentar entrar a Europa por vía marítima. Los países “elegidos” para recibir el flujo de refugiados son principalmente dos: Grecia e Italia.
Lo que desvela a las organizaciones de derechos humanos internacionales son la cantidad de personas que mueren en el periplo hacia el “Viejo Continente”: todos los años se rompe un nuevo récord.
Según ACNUR, el 84% de quienes lograron pisar tierra firme del otro lado del Mediterráneo en 2016 adujeron que “la guerra” y la “persecución política y religiosa” fueron los motivos principales por los que tuvieron que escaparse de sus países de origen. En 2017 ya son 1.800 las muertes registradas.
Pese a la constante elaboración de protocolos, programas de ayuda y reuniones entre funcionarios, la Unión Europea (UE) no logra asir la magnitud de la problemática ni dar con una “solución” coherente e integral como empezar a revisar, por ejemplo, la política exterior de muchos de sus países miembro en Medio Oriente y África.
Mientras tanto, las costas se seguirán llegando de cadáveres anónimos.