El genocidio de Ruanda ocurrió en apenas cien días, entre el 6 de abril y el 17 de julio de 1994: la mayoría de los crímenes se perpetraron durante las primeras cinco semanas.
“Los pecados y los errores de la Iglesia y sus miembros han desfigurado la cara del catolicismo. Muchos sucumbieron al odio y a la violencia”, aseguró el Papa Francisco ante el presidente ruandés Paul Kagame en una visita oficial.
“Expresamos nuestro deseo de que este humilde reconocimiento en torno a las fallas de ese período pueda contribuir a una purificación de la memoria y promover un futuro de paz”, sentenció.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), creado en el ámbito del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, fue el primero en reconocer el delito de genocidio: a lo largo de sus dos décadas de funcionamiento condenó a 61 acusados, entre los que se encuentran ex jefes militares, líderes de gobierno, empresarios, religiosos y milicianos, pero también periodistas y responsables de medios de comunicación.
Según los investigadores e historiadores, en poco más de un trimestre de 1994, 800 mil personas pertenecientes o caracterizadas como miembros de comunidades de hutus moderados o tutsis, fueron asesinadas por los Hutu tras la muerte del presidente Juénal Habyarimana.
Se estima que aproximadamente 200 obispos y monjas – tutsi y hutu – fueron también masacrados gracias a la complicidad de otros miembros de la Iglesia Católica.
El padre Athanase Seromba, por ejemplo, ordenó demoler el edificio de su iglesia con 2.000 tutsis adentro; el padre Wenceslas Munyeshyaka, por su parte, ayudó a confeccionar listas de personas que luego fueron asesinadas o violadas.
A poco menos de una semana de que se vuelva a cumplir otro aniversario del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y de los distintos actos y movilizaciones que tendrán lugar en el marco del “Día de la Memoria” para recordar a los 30.000 desaparecidos por la última dictadura cívico militar: ¿Pedirá también disculpas por el rol de las autoridades eclesiásticas?