Los últimos ataques terroristas dispararon la xenofobia y el racismo: el New York Times pidió testimonios sobre cómo lo viven las mujeres musulmanas en Francia.
No son momentos fáciles para Francia: la polémica por el veto al “burkini” en varias localidades de la Costa Azul desató un conflicto gigantesco que tocó el nervio de la sociedad en su conjunto. Pese a ello, el “burkini” – que podría parecer algo trivial – es la punta del iceberg de una situación social densa, donde miedos, amenazas y racismo conviven y se alimentan recíprocamente.
En una nota publicada en el “New York Times”, distintas mujeres francesas decidieron contar su testimonio: cómo es vivir el día a día en las distintas ciudades del país, entre el desprecio y las miradas ajenas.
“Durante años tuvimos que soportar miradas distantes y comentarios amenazantes. Ahora me han llegado a gritar que me vuelva a mi casa. Yo soy francesa, esta es mi casa. Con mi esposo estamos pensando en irnos de Francia”.
- Taslima Amar, 30 años. Maestra en Pantin, un suburbio de Paris.
“Todo esto me recuerda a mis primeros días en la secundaria después de que se prohibira en hijab en las escuelas. Mi profesora llegó a forzarme para que me lo saque enfrente de todos los otros alumnos. Me humilló. Hoy, siento mi corazón roto otra vez. Miraba a la mujer que le hicieron sacar la ropa en una playa en Niza y pensaba que esto no va a terminar nunca”
- Hajer Zennou, 27 años. Diseñadora en Lyon, Francia.
“Soy insultada y escupida (literalmente) todos los días en el subte, en el colectivo, en la escuela, en la calle. Yo nunca insulté ni le pegué a nadie. Soy sólo una musulmana. Estoy pensando seriamente en irme a vivir a cualquier otro lado, donde la mirada de la gente no me haga llorar todas las noches en mi cama. Tengo miedo de que algún día tenga que usar una medialuna amarilla en mis ropa; como la estrella de David que les hacían poner a los judíos no hace tanto tiempo atrás”
- Charlotte Monnier, 23 años. Estudiante de arquitectura en Toulouse, Francia.
“Soy enfermera y uso velo. En el trabajo se me hace imposible usarlo: me lo sacó en cuanto llegó. No puedo usar nada en la cabeza ni mangas largas, nada que me cubra y me sirve para seguir las normas que rigen mi estilo de vida. Nos sacan la posibiidad de ir a las piletas y ahora a la plata. ¿Cuál es el próximo paso? ¿Vamos a usar distintivos para que nos reconozcan?
- Linda Alem, 27 años. Enfermera en un centro de diálisis parisino.
Fuente: The New York Times