Detrás las disputas por las cifras de desaparecidos durante la última dictadura cívico militar se esconde una pelea mayor por el monopolio de la grilla de lectura del pasado reciente.
Movilizaciones, reproches, denuncias de organizaciones sociales y derechos humanos, repudios públicos en distintos actos y ámbitos: todo ese rechazo, constante durante meses, alcanzó el objetivo de que Darío Lopérfido, ahora ex titular del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, deje su cargo.
A principios de año, el por entonces funcionario porteño aseveró sin pelos en la lengua: “En la Argentina no hubo 30 mil desaparecidos: esa cifra se arregló en una mesa cerrada para conseguir subsdidios”
“La ofensa que hizo Lopérfido afecta a todo el pueblo porque nos trata de mentirosos y de negociadores de la muerte de nuestros hijos”, reiteró en distintas oportunidades Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo.
Cuando la “herida” parecía comenzar a suturarse con su salida del gobierno, la reapertura de Tecnópolis volvió a confirmar que el tema estaba lejos de ser un “error” o “excepción”: ante la nueva correlación de fuerzas políticas que atraviesa a la sociedad, la disputa en torno a la memoria sobre el pasado reciente vuelve a estar en los primeros planos.
En la nueva edición de la feria se eliminó toda referencia al rol y la importancia de los organismos de Derechos Humanos: no fueron convocados para participar en el “Espacio Para la Memoria” y, en su lugar, pusieron la muestra de los 280 días de la CONADEP, organizada por la “Fundación LED”.
“La CONADEP registró denuncias que le permitieron establecer información comprobable de 8.960 casos de desaparecidos”, puede leerse en uno de los paneles de esta muestra. Es importante subrayar que esa frase representa la única mención a las víctimas del terrorismo de Estado.
? “La Nación” pide “la reconciliación y la superación de los sentimientos antimilitares”https://t.co/QPmO98LxK2 pic.twitter.com/exa4QiZsAS
— Diario BA (@diariodeBA) 14 de julio de 2016
Las respuestas brindadas por la Secretaria de Medios a “El Destape” no alcanzan para entender lo que se juega acá: “Entre esos textos del ‘Nunca Más’ se reproduce lo de los 9 mil casos registrados de los desaparecidos y se aclara que es hasta ese momento cuando se realizó el libro”, explicaron. Sin embargo, estas omisiones y estos cortes históricos intencionales dicen más que lo que esconden.
En torno al proceso de “Memoria, Verdad y Justicia” por los delitos de lesa humanidad, los expertos del Comité de DDHH de las Naciones Unidas (ONU) expresaron preocupación en varias oportunidades por la continuidad del proceso en general y por el desmantelamiento de áreas importantes del Poder Ejecutivo que lo apoyaban en particular.
Los integrantes de la delegación argentina sostuvieron que este trabajo no será afectado y ratificaron que el proceso de verdad y justicia es una política de Estado. Sin embargo, “no respondieron a las preguntas sobre la falta de conformación de la comisión bicameral que debe investigar la complicidad económica y sobre el compromiso del Estado con el avance de las causas judiciales que involucran a empresarios”.
El 19 de febrero de 2016, en una columna en el diario “Perfil” titulada “Fanatismos”, el escritor y ensayista Martín Kohan escribió las palabras más lúcidas en torno a la cuestión. A continuación, la reproducimos en su totalidad:
Debate en curso; sobre el setentismo y los 30.000, por Martín Kohan https://t.co/pvm4khtB7t
— daniel molina (@rayovirtual) 20 de febrero de 2016
“¿Y si la famosa cifra fuese, no solamente discutible, sino también, ella misma, discusión? 30 mil: en efecto, el número no está comprobado. No es entonces, ni puede ser, expresión de una certidumbre.
Pero a cambio sí es, sí quiere y debe ser, expresión de una incertidumbre. Y denuncia indeclinable de ese estado de incertidumbre, de un tormento de conjetura, del quedar horriblemente en suspenso.
Porque a eso nos remite, como es bien sabido, la figura atroz de los desaparecidos (no los muertos ni los detenidos, sino los desaparecidos): al efecto aterrador de no contar con información, al carácter irregular y clandestino de la represión del Estado argentino, que hace que esa violencia no pueda equipararse ni ponerse en simetría con ninguna otra violencia, al hecho de que los criminales de Estado nunca abrieron los archivos para que todos pudiésemos saber (y entonces no tuviéramos ya que estimar) qué era lo que había pasado.
Está claro que este debate a su vez conlleva otros: debate sobre el setentismo, la militancia, la lucha armada, las distintas víctimas. ¿Hay que abrir esa discusión? No veo por qué habría que abrirla, si nunca dejó de estar abierta. Numerosos libros de ensayo o de ficción, artículos periodísticos y académicos, películas, conferencias, mesas redondas, revistas específicas, evidencian que todo esto no ha dejado de debatirse a lo largo de estos años.
Lo desconcertante es que haya quienes pretenden que ahora empiece por fin la discusión, como si no se hubieran enterado de lo mucho que entretanto se ha venido discutiendo. Serán tal vez aquellos que consideran que todo empieza o termina con el kirchnerismo, porque todo en absoluto los remite siempre a él. Raro fanatismo, que reúne inesperadamente a algunos de sus partidarios y a algunos de sus enemigos”.