En los últimos seis años bajó exponencialmente el presupuesto destinado al área gubernamental que se encarga de reparar y equipar los establecimientos.
Las autoridades educativos porteñas fustigaron todas las tomas de colegios en donde se exigían mejoras edilicias y mejores condiciones de cursada. También desoyeron los insistentes reclamos de los padres cuando pedían mayores medidas de seguridad en las aulas: las únicas respuestas del PRO fueron las “escuelas durlock”.
Un nuevo informe elaborado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) echa algo de luz al por qué del deterioro de los establecimientos públicos: la participación de la Dirección General de Infraestructura y Equipamiento en el presupuesto del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires pasó del 8,9% en 2010 a apenas el 1,4% en 2016.
“Por más que se ejecutara todo, esta asignación sigue siendo poca para cumplir con los compromisos en materia de infraestructura escolar”, señaló María Emilia Mamberti, coordinadora de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), en 2015. La situación no parece haber cambiado nada un año más tarde.
La situación se vuelve todavía más grave y las intenciones de los funcionarios comienzan a tornarse más grises cuando se comparan estos números con lo que se destina a las escuelas privadas: el Gobierno de la Ciudad viene aumentando año a año las partidas presupuestarias con fondos públicos para este sector. Ni hablar si lo comparamos con lo que gasta en publicidad y pauta oficial.
La reemplazante de Esteban Bullrich en el Ministerio de Educación porteño, Soledad Acuña, se reunirá esta semana con legisladores porteños y representantes de los gremios docentes para dar sus explicaciones. Más allá de los argumentos que pueda esgrimir la administración de Horacio Rodríguez Larreta, parece más importante volver sobre nuestros pasos, cuestionar cuánto le importa realmente a los funcionarios la educiación pública y rescatar una “muletilla” del sociólogo francés Pierre Bourdieu: “La sociedad actual le paga más al gerente de marketing que al maestro porque ama más comprar que a sus hijos”.