El funcionario público afirma, en contra de la Organización Mundial de la Salud (OMS) e investigadores nacionales, que el glifosato y las fumigaciones no tienen efectos en los humanos.

Glifosato II

Lino Barañao fue elegido por Cristina Fernández de Kirchner para crear el Ministerio de Ciencia y Tecnología: se mantiene en el cargo desde hace ocho años, inculso pese al cambio de gobierno y la llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada.

“Estamos realizando estudios con la Facultad de Farmacia y Bioquímica monitoreando presencia de agroquímicos en suelo, efectos en las poblaciones. Salió un nuevo estudio en Nature en el que se comprobó que no hay relación entre el glifosato y cáncer”, afirmó sin medias tintas Barañao ante la pregunta de Pablo Piovano, fotógrafo de Página/12 que recorrió las áreas rurales de Entre Ríos, Chaco, Córdoba y Misiones para ser testigo del efecto del uso de agrotóxicos en poblaciones humanas.

“El glifosato puro no tiene relación con el cáncer. El tema son los excipientes, con qué viene acompañado, y cómo se aplica. Es muy importante esta empresa que se ha lanzado hace poco en Bariloche, esa unión entre Grobocopatel y el Invap para darle al productor un software que le permita optimizar cuánto fertilizante, cuánta semilla va a poner, cómo va a regar para no poner demás. Tiene el incentivo de que gasta menos plata y al mismo tiempo conserva el medio ambiente”, argumentó luego.

Piovano luego le preguntó por los estudios de la Universidad de Córdoba y de Rosario donde se demuestra que, a partir de muestras en suelo y en agua, en algunos pueblos se han incrementado entre dos y tres veces los casos oncológicos:

“En muchos casos cuando han ido investigadores a ver, están fumigando al lado de una población, ahí tiene que ir preso el que lo hace. En otros casos viven al lado de un basural, se mide y hay plomo, cadmio, una cantidad de cosas, no ha sido posible establecer una relación causal. El glifosato es como cualquier antibiótico. (…) Lo que decimos es que hay que aprovechar las normas que elaboró el Ministerio de Agricultura en su momento, fumigar como se debe, en la mínima proporción, el operador tiene que estar protegido. No hay que usar los recipientes del glifosato para buscar agua y tomarla de ahí. Si Europa no va a comprar granos a futuro, si cualquier agroquímico está fuera de las normas, también va a ser un problema para la exportación”, justificó Barañao.

Glifosato

En marzo de 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó tras un año de investigaciones que el glifosato puede provocar cáncer en humanos:  “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”, advirtieron. El herbicida, además, “causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas”. Según los científicos, cinco pesticidas químicos usados como insecticidas y herbicidas – glifosato, malation, diazinon, paration, y el tetrachlorvinphos – resultaron ser cancerígenos.

Andrés Carrasco, médico argentino especializado en biología molecular y en biología del desarrollo que murió el 10 de mayo del 2014 pasó los últimos años de su vida luchando contra el gobierno, el establishment científico y las corporaciones tras haber confirmado los efectos devastadores del glifosato.

Glifosato X

El investigador confrontó en reiteradas oportunidades con Barañao porque este desacreditaba su trabajo:  “La gente sufre y los científicos se vuelven empresarios o socios de multinacionales. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria”, señaló Carrasco en varias entrevistas.

Para colmo, en octubre de 2015, a través de un estudio realizado por el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (EMISA) de la Universidad de La Plata se constató que el cien por ciento de los algodones y gasas estériles contienen glifosato o AMPA, suderivado.

“El resultado de esta investigación es muy grave. Cuando uno utiliza algodón o gasas para curar heridas o para uso personal higiénico, lo hace pensando que son productos esterilizados, y resulta que están contaminados con una sustancia cancerígena”, señaló el pediatra Medardo Ávila Vázquez, referente de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.

Según datos brindados por el periodista Darío Aranda en MU, en la República Argentina “se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas, volcando a los suelos más de 300 millones de litros de glifosato cada año. Los campos de soja transgénica, maíz y algodón son rociados con el herbicida  para que nada crezca, salvo los transgénicos”.

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