La crisis migratoria que sacudió los cimientos de la Unión Europea batió cifras récord en 2015: más de un millón de refugiados lograron llegar a Europa tras días de caminata o arriesgando su vida en el mar.
Según el Organización Internacional de Migraciones (IOM), más de un millón de personas llegaron a Europa a través de medios irregulares en 2015, lo que constituye el mayor movimiento migratorio desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
De los 1.005.504 arribos contabilizados hasta el 21 de diciembre, la gran mayoría de los refugiados tocaron suelo europeo en Grecia: según las autoridades, 816.752 personas llegaron allí luego de cruzar el Mar Mediterráneo. En segundo lugar, y con cifras altas pero nimias comparadas a las griegas, aparece Italia: 150.317 personas lograron entrar también vía marítima.
Casi el 53% de las personas que llegaron a las costas griegas e italianas son sirios; el 18% provienen de Afganistán y el 6% y 5% de Irak y Eritrea, respectivamente.
El incremento del número de refugiados que intentan llegar a Europa de cualquier manera también tiene correlato con el aumento de las muertes migratorias: tal cual informó la UNHCR, agencia de refugiados que depende la ONU, 3.440 personas fallecieron en lo que va del 2015 en las aguas del Mediterráneo.
De todas formas, la gran cantidad de sirios que tocaron tierra en el Viejo Continente no se compara con los que actualmente viven en Turquía (alrededor de 2.200.000), en el Líbano (cerca de 1.100.000) o en Jordania (aproximadamente 633.000). Sin embargo, la denegación de derechos básicos en esos países hacen mucho más “atractiva” la idea de llegar a Europa.
“En Jordania la vida es tan difícil. No hay trabajo legal, no puedo ir a la universidad. No hay esperanza. Y Turquía es exactamente lo mismo: no hay trabajo ni esperanza”, señaló Nemer, un estudiante sirio de 24 años que vivía en Jordania y llegó esta semana a la isla de Lesbos en Grecia, al diario The Guardian.
“Las bombas y los bombardeos se están poniendo cada vez peor y esto sólo parece ser el comienzo. Vengo a Europa para sentirme como un ser humano”, añadió Aruba-Al Rifai.
Más allá de esto, la vida en suelo europeo tampoco promete ser fácil: hasta el momento, y pese a la aprobación forzada de tratados y políticas para solucionar de conjunto la crisis migratoria, la Unión Europea (UE) aún no hace pie en los mecanismos básicos de relocalización de refugiados.
Para colmo, los últimos atentados perpetrados por el Estado Islámico (EI) en París no hicieron más que recrudecer la xenofobia y la violencia contra los migrantes, mientras que, a la par, florece un mercado negro súper rentable que apunta a las necesidades básicas de estos, brindando alojamiento precario y trabajo semi-esclavo por unos pocos euros al mes mientras un entramado mafioso y político se queda con los millones en subsidios desembolsados por los programas de financiamiento de la comunidad europea.