Néstor Femenía, de siete años y miembro de la comunidad Qom, murió ayer en el Chaco por un cuadro de tuberculosis y desnutrición. Capitanich aseguró que se trata de “un caso aislado”.
Debido a un cuadro de tuberculosis pulmonar – y en un función de un déficit alimentario -, Néstor Femenía, un niño Qom de siete años de edad que vivía junto a su familia en el paraje Paso Sosa, ubicado a 12 kilómetros de Villa Río Bermejito, murió ayer al mediodía en un hospital del Chaco.
“Sufría una enfermedad del colágeno, que asociada a la tuberculosis provocó que su salud involucionara hasta un fallo multiorgánico y un derrame pericárdico que obligó a que se le realizara una punción para extraerle agua que se comprometía el corazón y los pulmones”, advirtieron desde el hospital pediátrico Avellino Castelán, de Resistencia.
“Además del calvario que atravesó este niño, su fallecimiento formará parte de las cifras negras de la salud porque su muerte no será registrada como derivación de la tuberculosis y de la severa desnutrición que cursara en vida”, sostuvo, por su parte, Rolando Núñez, coordinador del Centro de Estudios Nelson Mandela.
Mientras tanto, el jefe de Gabinete y ex gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, se refirió a la muerte de Néstor Femenía: “Es un hecho profundamente doloroso”.
“Toda muerte produce un dolor inmenso en cada una de las personas y en quienes hemos tenido una responsabilidad directa en el ejercicio de gobierno. Se trata de un caso aislado y que a su vez es un hecho lamentable”, remató el funcionario.
Más allá de la utilización política y el oportunismo de algunos medios y personajes políticas que poco o nada les interesa lo que ocurre con los pueblos originarios y cómo se los hostiga, persigue, excluye y mata a diario; las declaraciones de Jorge Capitanich encubren la complicidad del Gobierno Nacional en todos estos hechos.
Tan sólo hace unos días atrás, un joven de la comunidad Qom Potae Napocna Navogoh (“La Primavera”) de Formosa, había sido encontrado muerto a la vera de la ruta.
Más que un caso aislado (pruebas de que no lo es hay de sobra), sí constituye la confirmación de que hay vidas que valen más y vidas que valen menos: el etnocidio continúa, ya sea bajo formas más estridentes como asesinatos y golpizas; atropellando en las rutas o, como en el caso de Néstor Femenía, dejándolo morir.