A 5 años de la desaparición de Luciano Arruga, familiares, amigos, trabajadores de prensa, organizaciones sociales y organismos de derechos humanos participaron de un encuentro cultural que se desarrollaó en la “Plaza Luciano Arruga”, en Perú y Pringles, Lomas del Mirador. “La desaparición de Luciano se consolida en el día a día, cuando se niega la respuesta a los familiares”, aseguró su hermana, Vanesa Orieta, en diálogo con El Diario de Buenos Aires.
Luciano Nahuel Arruga, hincha fanático de River, desapareció hace ya cinco años. Tiempo antes de su secuestro, efectivos policiales le habían ofrecido salir a robar para ellos en zonas liberadas: por negarse, el joven – de tan sólo 16 años – era detenido por la policía y hostigado en la calle de forma sistemática.
Sin embargo, sería erróneo decir que desapareció: a Luciano lo desaparecieron. Lo desaparecieron en la maraña de ilegalismos que cruzan a los negociados policiales, con el poder político y el poder judicial; lo desaparecieron en medio de una red de complicidad tan grande como el silencio que pretendieron mantener; lo desaparecieron escudándose bajo la excusa del “algo habrá hecho”, siempre a la orden del día cuando se trata de criminalizar a los chicos pobres de los barrios más humildes.
Aquel 31/01/2009, Luciano Arruga volvía para su casa luego de estar con amigos todo el día: esa misma tarde, le había confesado a la kiosquera del barrio las ganas que tenía de retomar los estudios para regalarle a su hermana, Vanesa, el título secundario. Era ya la medianoche cuando, sobre la Avenida Mosconi de Lomas del Mirador, lo paró un patrullero policial. Hay testigos que cuentan cómo lo palparon, pegaron y maltrataron: nada fuera de lo común para los chicos pobres que se niegan a robar para la policía.
Lo dejaron ir. Luciano siguió caminando para su casa y nadie sabe si se dió cuenta o no que el patrullero todavía lo seguía. En Perú y Pringles, lo metieron a la fuerza en el vehículo policial mientras era brutalmente golpeado. Tiempo después, fue visto en el Destacamento de Lomas del Mirador todo ensangrentado y lastimado.
No era la primera vez que al joven lo detenían ilegalmente en el Destacamento. En septiembre de 2008, lo tuvieron durante varias horas retenido en la cocina mientras lo golpeaban al grito de “Negro de mierda, te van a violar en la 8ª y vas a aparecer en un zanjón”.
Aquel día lo salvó la presencia de su madre, Mónica, y su hermana Vanesa. Sin embargo, cinco meses mas tarde no correría la misma suerte: ese 31 de enero fue la última vez que se lo vió a Luciano con vida.
A 5 años de la desaparición de su hermano, Vanesa Orieta nos cuenta sobre su lucha, la trama política, judicial y policial implicada en el secuestro de Luciano y lo que significan en la Argentina de hoy la defensa de los derechos humanos:
- “La causa siempre estuvo rodeada de desidia y de impunidad; la desaparición de Luciano se consolida en el día a día, cuando se niega la respuesta a los familiares”.
- “El estado de impunidad se agrava cuando seguimos viendo a funcionarios de gobierno sentados en sus escritorios, cuando son responsables políticos de la desaparición de un joven de 16 años (…) como es el caso del gobernador Daniel Scioli, que carga con la desaparición de dos personas en la Provincia de Buenos Aires: una es el caso de Jorge Julio López y el otro es el caso de Luciano Arruga. A nivel municipal, es el intendente de la Matanza, Fernando Espinoza, el responsable directo de la desaparición forzada de Luciano”.
- “Desde la apertura de la democracia hasta hoy se han asesinado por el gatillo fácil más de cuatro mil pibes; desde la apertura de la democracia hasta hoy se han desaparecido más de doscientas personas, sin contar las mujeres desaparecidas por las redes de trata. Se mata un pibe por día en los barrios humildes, digo, esto tiene que ver con los derechos humanos hoy”.
- “Hay que ser coherentes a la hora de hablar de derechos humanos. Nadie puede adueñarse de esa lucha que fue ganada a base de mucho sufrimiento y que no comenzaron precisamente los que hoy están en el poder”.
Ante la indiferencia de los funcionarios y los grandes medios de comunicación, la familia y amigos de Luciano Arruga llevaron adelante durante 68 días una dura vigilia con ocupación incluida del ex Destacamento de Lomas del Mirador (Indart 106).
Las demandas eran claras: por un lado, que se comience con los peritajes antropológicos en el último lugar en que fue visto con vida Luciano e, increíblemente, la justicia nunca los había hecho; por otro lado, que el Destacamento de Lomas del Mirador se convierta en un espacio para la memoria independiente de la injerencia estatal. Luego de más de dos meses de lucha, finalmente se consiguió que el Estado cumpla con ambas condiciones.
Sin embargo, a 5 años del secuestro seguido de desaparición, los policías implicados – Néstor Guillermo Díaz, Ariel Alfredo Herrera, Sergio Omar Fécter, Daniel Alberto Vázquez, Damián Marcelo Sotelo, Hernán Gabriel Zeliz, Damián Alfredo Borrego, Emiliano José Márquez y Martín José Monte) -no se encuentran procesados ni imputados: sólo están separados de sus cargos, en libertad y cobrando sus sueldos.
La investigación judicial se encuentra casi paralizada y mucho menos se ha avanzado en torno a los responsables políticos de su desaparición, los mismos que contribuyen día a día a que aumente la violencia institucional y la criminalización sobre los chicos más pobres de la Argentina.
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