El 5 de noviembre de 2011 Daniel Solano fue retirado por la policía de un boliche y, hasta el momento, se encuentra desaparecido. El círculo se cierra sobre los vínculos entre la cooperativa que lo contactó, la empresa frutihortícola y la policía local.
Daniel Solano, de 25 años en 2011, recorrió aquel año casi 2.300 kilómetros en plan de trabajo. Proveniente de la comunidad Misión Cherenta, de Tartagal (Salta), era su tercera temporada en la comarca del Valle Medio como trabajador “golondrina”: sueldos en negro y condiciones laborales deplorables. El 10 de octubre había llegado para comenzar con las primeras tareas en los montes de manzana en una frutícola de Lamarque.
La noche del 5 de noviembre, Solano fue con un grupo de trabajadores norteños a un boliche de Choele Choel; pasadas las 3 fue retirado por la policía y nunca más se lo vio.
Según la investigación que llevó adelante la familia y su abogado – y luego la Justicia – el joven fue captado por un grupo de policías vinculados a la empresa para la que éste trabajaba, para darle un “escarmiento” pero “se les fue la mano”. Daniel Solano y sus compañeros se estaban organizando para protestar por las condiciones laborales a las que estaban siendo sometidos.
Su desaparición tiene muchas aristas, que se entremezclan: la cooperativa que traslada a los trabajadores golondrina a la zona de explotación y que funciona como empresa de servicio de grandes compañías frutihortícolas, la policía provincial que funciona como fuerza de choque de las grandes empresas locales, pésimas condiciones de trabajo, amenazas y salarios bajos y en negro.
Por el momento, la causa mantiene a siete policías detenidos, acusados de secuestrar, golpear y asesinar al joven. Asimismo, hay otros 15 acusados de encubrir el caso o violar sus deberes.
A pesar de algunos avances en la causa, Solano continúa desaparecido. En democracia. Como Luciano Arruga, como Julio López.