Ayer por la noche, la presidenta Cristina Kirchner a través de Scoccimarro anunció fuertes cambios en el Gabinete nacional: retiró a Nilda Garré del ministerio de Seguridad y designó en su lugar a Arturo Puricelli; en la Cartera de Defensa nombró al jefe del bloque de Diputados Agustín Rossi.
En los últimos meses, Garré había mantenido un perfil bajo en su función; el protagonismo otorgado en otros tiempos había visto claramente su declive.
Con la sublevación de la Gendarmería y la Prefectura en octubre del año pasado, Garré apareció ante los medios como parte del problema: el creciente ascenso de Berni la eclipsó y, en ese conflicto clave, apareció como parte de la solución. Quién primero debió renunciar fue su hermano, Raúl Garré. En ese momento, Nilda Garré quedó al borde de la renuncia. No lo hizo, pero ya nada fue lo mismo.
Era sabido dentro de su ámbito que la Ministra de Seguridad ya no quería seguir allí. Garré será ahora propuesta como embajadora ante la Organización de Estados Americanos (OEA), un organismo internacional de poca trascendencia para el gobierno: una salida elegante que constituye en sí una clara analogía con la consideración que tienen, hoy por hoy, de la ex ministra en la Casa Rosada.
Y con Agustín Rossi al frente del Ministerio de Defensa, el kirchnerismo se sacó un problema de encima. Por un lado, Rossi constituía el as de espada del kirchnerismo en Diputados; el legislador se ocupaba siempre de asegurar el quórum y la aprobación de los proyectos de ley del oficialismo. Pero su banca se terminaba en octubre y, ante ninguna directiva clara de su futuro por parte de sus superiores, el jefe de bloque de Diputados ya había comenzado su campaña.
Con su asunción en la cartera de Defensa, con poca gravitación a nivel nacional, Rossi queda libre de superar la difícil prueba de renovar su banca por Santa Fé; y de esta manera el Gobierno Nacional le da vía libre a Maria Eugenia Bielsa, para que se presente e intente unificar al PJ provincial junto a Jorge Obeid.