Hace 35 años el cantor argentino Jorge Cafrune quiso recorrer a caballo algunos pueblos hasta llegar a Yapeyú (Corrientes). Su travesía terminó en Benavidez un 1ro de febrero cuando una camioneta lo atropelló silenciándolo para siempre. Días antes había entonando la “Zamba de mi esperanza” a pesar de estar prohibida “Aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar” dijo en su último Cosquín en enero de 1978.
Eran tiempos difíciles, y a diferencia de los que eligieron el exilio, Cafrune decidió quedarse y cantar. Sus canciones denotaban una resistencia a la dictadura y su voz, difusora de la cultura nacional fue una enemiga para el gobierno militar . La triple A no tardó en lanzar sus amenazas. López Rega, solía expresar que Cafrune era más peligroso con su guitarra que un ejército con armas.
Su muerte nunca fue esclarecida, y las sospechas son casi certezas que el objetivo fue terminar con el hombre que supo ser la primera revelación en el festival de Cosquín en 1962 y en el mismo escenario presentar a una Mercedes Sosa jovencísima contra la opinión de los organizadores.
“Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y me voy a recibir un tirón de orejas por la Comisión, pero que le vamos a hacer ―siempre he sido así, galopeador contra el viento―. Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa.” Corría el año 1965 y la tucumana sola con su voz y su bombo se convirtió en la sorpresa del festival de Cosquín.
El “galopeador contra el viento” sabía que su canto era un atentado para la opresión. En el libro Jorge Cafrune-memoria de un hombre libre, escrito por con respecto a su viaje a Yapeyú puede leerse que dijo: “Me amenazaron diciéndome que si hago el viaje moriré. Dicen que un zurdo no puede mancillar la tierra de San Martín. Siempre dije que no soy comunista, que soy nacionalista con ‘c’ y no con ‘z’ y que no me alineé como cantor de protesta. Yo le canto al pueblo.”
Según la crónica de ese tiempo, el conductor atropelló a Cafrune, a su caballo blanco, y a su amigo el Fino Gutierrez que lo acompañaba en otro caballo. El conductor era un muchacho de no más de 20 años, Héctor Emilio Díaz.
Jorge Cafrune sufría la rotura de diez costillas y politraumatismo de cráneo, llegó con vida al hospital de Benavídez y de allí fue trasladados varias veces hasta que en uno de los trayectos murió.
El turco lo llamaba, igual que a su padre, fue investigador, recopilador y difusor de la cultura nativa. Nació en Jujuy pero fue en su amada Salta donde lo descubrió Ariel Ramirez. Después de integrar grupos históricos de folclore como los “cantores del alba” Cafrune decide hacer giras de “a caballo” como los viejos paisanos. Es en uno de esos pueblos , Huanguelén, que encuentra y promociona a un joven cantor , José Larralde.
En Militancia de la canción. Política en el canto folclórico de la Argentina 1944-1975, libro de Carlos Molinero se lee que Cafrune expresó: “Es mejor que me maten… no aguanto más… Te encargo mis hijos, que no les pase nada.”
“Son las palabras de Cafrune las que resultan ácidas, más aun que la canción. Era claro que eran reveladoras de un secreto a voces: había canciones prohibidas y Cafrune se preciaba de no acatar prohibiciones pues el pueblo era más que el gobierno, por terrorífico y poderoso que éste fuera”, escribió Molinero.
Decía Facundo Cabral “cantante es el que puede, cantor es el que debe” por el tiempo difícil en que su voz nació para siempre, un recuerdo al cantor Jorge Cafrune a 35 años de su partida.